¿CONSTRUIR LA CASA EMPEZANDO POR EL TECHO?
Para conectarnos con el ahora circular, lo más importante es antes que nada la intención. Hoy día la vida con su proceso de enseñanza sugiere que construyamos la casa empezando por el techo. De allí que, habría que comenzar a construirla desde nuestro pensamiento, pues, somos libres para pensar por cuenta propia. Pero, ¿tenemos el valor de hacerlo de verdad? ¿O estamos más bien acostumbrado a repetir lo que dicen los periódicos y revistas, la televisión, la radio, lo que leemos en internet o lo aseverado por alguna persona, más o menos interesante, con la que nos cruzamos por la calle? Hoy en día, en muchos países parece que ha desaparecido la autoridad que dicta los pensamientos, la censura. Pero lo que hallamos en realidad, es que aquella autoridad ha cambiado su modo de obrar: no se vale de la coerción sino tan sólo de una blanda persuasión. Se ha hecho invisible, anónima, y se disfraza de normalidad, sentido común u opinión pública. No pide otra cosa que hacer lo que todos hacen. ¿Somos capaces de resistir a los tiroteos constantes de este enemigo invisible? ¿Hemos aprendido a ejercer nuestra facultad para discurrir y discernir? Pensar es, sin duda, una gran cosa; Pero es ante todo una exigencia de la naturaleza humana: no debemos cerrar voluntariamente los ojos a la luz. ¿Estamos dispuestos, en definitiva, a ser o llegar a ser hombre pensante, a entusiasmarnos con la realidad y buscar el sentido último de nuestra vida?. En principio, todo hombre está capacitado para reflexionar sobre las dimensiones más profundas de la vida. Todo ser humano, tarde o temprano, se plantea él por qué y él para qué de su existencia, se pregunta de dónde viene y a dónde va, quién es y lo que podría hacer de su vida. En esto se distingue de los animales. El animal vive de un día para otro: come, bebe, duerme, crece, corretea, se reproduce y muere. Una vida así es buena y normal para un animal, pero no para una persona.
Asimismo, para seguir con la casa, hace falta comenzar a poner primero los cimientos, las fundaciones que son la base de la casa. Y los cimientos de esta casa son la autoestima de cada uno de nosotros. Y si no comenzamos a valorarnos y a respetarnos es muy difícil que podamos construir la casa. Hemos venido a este planeta de libre albedrío como chispas, somos realmente parte de nuestras creencias, sea cual sea, somos el principio de la alegría, del gozo y de la felicidad.
Así que, hay que empezar a construir las paredes, dentro de la metáfora de la casa, las paredes son las que van a sostener el resto de la casa, por ejemplo van a sostener el techo que nos dará abrigo, nos van a proteger de los elementos. Estos muros o paredes van a estar construidos con la palabra, con lo que verbalizamos. Esto significa que día a día vamos a construir las paredes con lo que lo que pensamos y lo que decimos. Es necesario preguntarse si los pensamientos y palabras que decimos reflejan nuestra más pura verdad e intención. Observemos si tenemos el hábito de la verbalización negativa. Por ejemplo cuando nos referimos a una situación retadora decimos: ¡Yo sabia que esto iba a pasar! ¿O nuestras palabras son de estímulo, de elevación?. Las paredes de la casa son muy importantes así que comencemos a afinar nuestras palabras y nuestros pensamientos, para que la casa se construya.
Por otro lado, para construir algo, se necesita el cemento, ya que normalmente en una construcción es el pegamento que une las partes y les da rigidez. El cemento se encuentra en todos lados, en las paredes, en el techo, va a estar en las ventanas, en las puertas, es lo que une las palabras que verbalicemos, el techo que da cobijo. Y el cemento de la casa es la risa. ¡¡¡Es el humor!!! Sabemos como se siente cuando se ríe y si es a carcajadas muchos mejor. Esta es una forma directa de conectarnos con nosotros mismos, la vida no es seria, es juguetona, es bromista y divertida, nos pone cada situación para que día a día nos riamos de nosotros mismos, la risa es el mejor remedio para el alma.
De allí que a esta casa hay que ponerles ventanas para el aguacero, pero de que están hechas las ventanas de esta casa tan especial. Dicen comúnmente que las ventanas son como los ojos, nos sirven para ver hacia fuera, hacia el mundo, también para ver en nuestro interior. La cualidad de las ventanas en la Casa es la de la conexión con la sabiduría. La sabiduría por un lado, nos sirve para no reaccionar cuando nos acusan, la paciencia para no denigrar de nadie, que nos sirve para estar en estado de paciencia y paz, de poder transmitir esa energía de quietud y relajación. Porque es solo en un estado de sabiduría y paz interna donde puede prosperar la vida.
A su vez, las puertas es la última pieza que faltaba de la casa, una vez que ya la tenemos construida con autoestima, verbalización positiva, humor, amor, sabiduría, paz, necesitamos una puerta de entrada a este espacio para experimentar como es estar allí dentro. Es el intento de la cualidad que abre la puerta de la casa. ¿Y cuál es el primer intento que se necesita hacer para traspasar el umbral a un espacio donde podamos reír, estar en paz, y en estado de conciencia con nosotros mismos? Es el intento mayor el de abrirse a que el amor entre en nuestras vidas.
Es hora de preguntarse, si nuestra casa tiene techo, pues no, no lo tiene, no tiene porque sencillamente no nos preocupa tenerlo, nos falta límite, nos falta techo en la casa, porque la metáfora de estar en comunicación directa con nuestro propio ser, nos asusta debido a que nos da miedo conocernos, o por la sencilla razón de que salen de adentro del alma, del propio ser, las identidades construidas como negación de los otros, afirmando ser quienes no somos.
En esa polaridad simple y brutal, se basan muchas de nuestras contradicciones, tenemos miedo a mirarnos en el espejo y descubrirnos mestizos, híbridos y contradictorios, tenemos miedo que la imagen refleje los rostros de los otros, los vencidos, los que dejamos afuera de nuestra casa, sin darnos cuenta de que aquí y en el resto del mundo quien niega al otro está negándose a sí mismo, porque permanecer dentro de la casa, nos auto construye y niega la posibilidad de diálogo entre diferentes, o tiene como única salida la violencia, que vive la diferencia de construir, a veces artificialmente, la amenaza, contra nosotros mismos. Si no construimos la casa desde el techo, estaremos ante el efecto devastador que posee el hecho del miedo al otro, del desprecio al mestizo y, por lo tanto, del miedo, a lo desconocimiento y a nosotros mismos, pasando a ser el efecto paralizante de la negación, que es tan fuerte que se está extendiendo por toda nuestra casa.
Resulta claro, que para ser nuestros propios arquitectos de la casa donde habita nuestro ser, hay que enfrentar y reconocer nuestras diferencias, para dar oportunidad de mirarnos a las caras y construir más habitaciones, jardín, terraza, y hasta un segundo piso, pero no se hacen solos, hacen falta manos y ganas para construirlos.
neronclaudio@hotmail.com
Asimismo, para seguir con la casa, hace falta comenzar a poner primero los cimientos, las fundaciones que son la base de la casa. Y los cimientos de esta casa son la autoestima de cada uno de nosotros. Y si no comenzamos a valorarnos y a respetarnos es muy difícil que podamos construir la casa. Hemos venido a este planeta de libre albedrío como chispas, somos realmente parte de nuestras creencias, sea cual sea, somos el principio de la alegría, del gozo y de la felicidad.
Así que, hay que empezar a construir las paredes, dentro de la metáfora de la casa, las paredes son las que van a sostener el resto de la casa, por ejemplo van a sostener el techo que nos dará abrigo, nos van a proteger de los elementos. Estos muros o paredes van a estar construidos con la palabra, con lo que verbalizamos. Esto significa que día a día vamos a construir las paredes con lo que lo que pensamos y lo que decimos. Es necesario preguntarse si los pensamientos y palabras que decimos reflejan nuestra más pura verdad e intención. Observemos si tenemos el hábito de la verbalización negativa. Por ejemplo cuando nos referimos a una situación retadora decimos: ¡Yo sabia que esto iba a pasar! ¿O nuestras palabras son de estímulo, de elevación?. Las paredes de la casa son muy importantes así que comencemos a afinar nuestras palabras y nuestros pensamientos, para que la casa se construya.
Por otro lado, para construir algo, se necesita el cemento, ya que normalmente en una construcción es el pegamento que une las partes y les da rigidez. El cemento se encuentra en todos lados, en las paredes, en el techo, va a estar en las ventanas, en las puertas, es lo que une las palabras que verbalicemos, el techo que da cobijo. Y el cemento de la casa es la risa. ¡¡¡Es el humor!!! Sabemos como se siente cuando se ríe y si es a carcajadas muchos mejor. Esta es una forma directa de conectarnos con nosotros mismos, la vida no es seria, es juguetona, es bromista y divertida, nos pone cada situación para que día a día nos riamos de nosotros mismos, la risa es el mejor remedio para el alma.
De allí que a esta casa hay que ponerles ventanas para el aguacero, pero de que están hechas las ventanas de esta casa tan especial. Dicen comúnmente que las ventanas son como los ojos, nos sirven para ver hacia fuera, hacia el mundo, también para ver en nuestro interior. La cualidad de las ventanas en la Casa es la de la conexión con la sabiduría. La sabiduría por un lado, nos sirve para no reaccionar cuando nos acusan, la paciencia para no denigrar de nadie, que nos sirve para estar en estado de paciencia y paz, de poder transmitir esa energía de quietud y relajación. Porque es solo en un estado de sabiduría y paz interna donde puede prosperar la vida.
A su vez, las puertas es la última pieza que faltaba de la casa, una vez que ya la tenemos construida con autoestima, verbalización positiva, humor, amor, sabiduría, paz, necesitamos una puerta de entrada a este espacio para experimentar como es estar allí dentro. Es el intento de la cualidad que abre la puerta de la casa. ¿Y cuál es el primer intento que se necesita hacer para traspasar el umbral a un espacio donde podamos reír, estar en paz, y en estado de conciencia con nosotros mismos? Es el intento mayor el de abrirse a que el amor entre en nuestras vidas.
Es hora de preguntarse, si nuestra casa tiene techo, pues no, no lo tiene, no tiene porque sencillamente no nos preocupa tenerlo, nos falta límite, nos falta techo en la casa, porque la metáfora de estar en comunicación directa con nuestro propio ser, nos asusta debido a que nos da miedo conocernos, o por la sencilla razón de que salen de adentro del alma, del propio ser, las identidades construidas como negación de los otros, afirmando ser quienes no somos.
En esa polaridad simple y brutal, se basan muchas de nuestras contradicciones, tenemos miedo a mirarnos en el espejo y descubrirnos mestizos, híbridos y contradictorios, tenemos miedo que la imagen refleje los rostros de los otros, los vencidos, los que dejamos afuera de nuestra casa, sin darnos cuenta de que aquí y en el resto del mundo quien niega al otro está negándose a sí mismo, porque permanecer dentro de la casa, nos auto construye y niega la posibilidad de diálogo entre diferentes, o tiene como única salida la violencia, que vive la diferencia de construir, a veces artificialmente, la amenaza, contra nosotros mismos. Si no construimos la casa desde el techo, estaremos ante el efecto devastador que posee el hecho del miedo al otro, del desprecio al mestizo y, por lo tanto, del miedo, a lo desconocimiento y a nosotros mismos, pasando a ser el efecto paralizante de la negación, que es tan fuerte que se está extendiendo por toda nuestra casa.
Resulta claro, que para ser nuestros propios arquitectos de la casa donde habita nuestro ser, hay que enfrentar y reconocer nuestras diferencias, para dar oportunidad de mirarnos a las caras y construir más habitaciones, jardín, terraza, y hasta un segundo piso, pero no se hacen solos, hacen falta manos y ganas para construirlos.
neronclaudio@hotmail.com
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